lunes, 27 de noviembre de 2017

Los artistas velan (Daniel Calmels)

"Esta molestia de sentir
que uno depende de su propio cuerpo"
Antonin Artaud


En la vida de los antiguos héroes
la herida infaltable rondaba los cuerpos.
Fue en Vulcano y en Edipo
la triste pierna desvariada.
En Sigfrido el hombro herido
para temer la palabra muerte.
En Sansón la pérdida indolora.
Y en Aquiles la ley del talón
lo convino a apaciguar su destino.
Pero hubo otros más cercanos
que defendieron el derecho de soñar
aún a costa de detener con el cuerpo
las oleadas feroces de tristeza:
Fue la pierna de Rimbaud
rodando en un quirófano de Marsella,
la mano de Cervantes
multiplicándose en la escritura,
Quevedo riendo de su cojera
con “una pata torcida para el mal”,
los ojos de Borges
imaginando láminas de colores pálidos,
Beethoven, con una varilla entre sus dientes,
comiéndose las vibraciones
que los oídos se negaban a tragar,
Toulouse Lautrec desde su espalda corva
viendo las narices más bellas,
y la oreja de Van Gogh
enterrada en un paño de limpiar pinceles.
Fijman con las sienes golpeadas
mientras grita: “Yo soy el Cristo Rojo”.
Baudelaire con la voz agónica
mientras escucha de la boca materna
un glosario de primeras letras
para una lengua antigua y herida
en la caverna húmeda de su boca,
y Antonin Artaud, cargando de fuego las palabras
hasta explotar de incomprensión.
Desde el fondo de un lujoso salón,
mientras camina al encuentro,
el joven Milosz recuerda con terror
que tiene padre y madre
e ignora de la bala que intentará olvidarlos.


"Si me mato no será para destruirme
sino para reconstruirme"
Antonin Artaud


Hubo otros, que apuraron el destino de un solo trago:
Gérard de Nerval colgado de un farol
con los bolsillos llenos de palabras.
Hemingway, en su último aliento,
apoyando su lengua en la boca de un fusil.
Lugones tropezando en la única mesa de la pieza de un recreo
con la boca llena de veneno para hormigas,
tan cerca de un río llamado tigre.
Y Pizarnik, envuelta en su sábana
como en una bandera,
apoyando su boca pintada
en la de una muñeca sin sonrisa.
Quiroga sobre sus cuentos y en la selva
apurando los ácidos del estómago
única defensa ante la muerte.
Y Alfonsina arrepentida en el último instante
queriendo desandar sus pasos,
empujando con su pecho el mar.


"De pronto la palabra adquiere
la dimensión del gesto"
Aldo Pellegrini


Otros, arrancados salvajemente de las letras
con las palabras puestas:
Haroldo llevado a un país
donde ningún árbol se llama con nombre de mujer,
y Miguel Ángel Bustos
ganándole el juicio a la razón más bella,
y Paco y Rodolfo
bajo la lluvia voraz del Eternauta
encontrando las puertas cerradas para siempre.
De cuerpo presente
los artistas velan,
para que el dolor se ilumine de esperanza.


(de “Marea en las manos”)
https://poetassigloveintiuno.blogspot.com.ar/search?q=calmels

jueves, 23 de noviembre de 2017

Al periódico gratuito y a la vida en general (Beatriz Chivite Ezkieta)

(AL PERIÓDICO GRATUITO Y A LA VIDA
EN GENERAL)

Te sobra tanta
política.
Y te falta tanta tanta
poesía.

Te sobran escándalos
y espantos.
Y te faltan tesoros

y milagros.

(DOHAINEKO EGUNKARIARI ETA BIZITZARI,
ORO HAR)

Politika
soberan daukazu
eta poesia
eskas.

Eskandalu eta gaizpide
gehiegi
eta mirari eta altxor

gutxiegi.

Traducción del euskera por la autora.
http://emmagunst.blogspot.com.ar/2016/08/beatriz-chivite-ezkieta-4-poemas-4.html

martes, 21 de noviembre de 2017

Fragmento de Cándido o Un sueño siciliano (Leonardo Sciascia)


   Don Antonio aprobó que se mudaran a París. Aprobaba casi todo lo que provenía de la inquietud o que fuese una tentativa de realizar aquello que se desea o con lo que se sueña.
   Y lo aprobaba con la melancolía de quien, en calidad de prisionero, no envidia la libertad de que gozan los demás, y sólo siente melancolía, añoranza por no haber visto, en un determinado momento de su vida, el sitio por donde se pudiera producir la posible evasión, la posible libertad.

Fragmento del capítulo " De la correspondencia entre Cándido y don Antonio; del viaje a París que hizo don Antonio".
Tomado de Cándido o Un sueño siciliano, Editorial Bruguera, 1980. Traducción de Ana Goldar.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Bonitas historias que vienen del pasado: Tomás Wong (Paco Ignacio Taibo II)


Me hubiera gustado ir en todos los barcos que cargué, todos los barcos cuyos pasajeros ayudé a descender, llevando las maletas cubiertas de etiquetas de colores de hoteles, aduanas, líneas férreas. Me hubiera gustado abordar esas moles blancas y relucientes en el sol  y partir.
Yo no soy de aquí. No soy de esta tierra donde he nacido; y en la vida se aprende, aprende el que quiere aprender, que nadie es de donde nació, de donde lo criaron. Que nadie es de ningún lado. Algunos tratan de mantener la ficción y se hacen de nostalgias, de posesiones, de himnos y banderas. Todos pertenecemos a los lugares donde no hemos estado antes. Si hay nostalgia, es de las cosas que nunca vimos, de las mujeres con las que no hemos dormido y  soñado  y  de  los  amigos  que aún no hemos tenido, los libros sin leer, las comidas humeantes en la olla aún no probadas. Ésa es la verdadera y única nostalgia.
También se aprende que en algún momento el camino se equivocó, y que las cosas no tendrían que  ser  así. Nadie tendría que comer arroz con gorgojos y maíz casi podrido en los  campos  petroleros,  pagando  el  triple de lo que cuesta porque las tiendas las manejan las compañías; nadie tendría que luchar en  medio de las lluvias para cerrar las válvulas del pozo siete; chapotear en la selva con las tuberías, perforar en pantanos, dinamitar, dormir en el suelo húmedo, ganar una miseria mientras el capataz come jamón y mantequilla  sacados de dos latas de conserva que nosotros transportamos hasta allí; y el patrón, mucho  más  lejos  de  nosotros  todavía, duerme en una cama sin sabernos, sin reconocernos  como  la fuente de su placer y su poder, sin adivinarnos como las hormigas que empujan con los hombros la subida de sus acciones bancarias en la bolsa de Nueva York.
Por eso no quiero subir a esos barcos blancos y resplandecientes, porque tendría que pagar mis sueños trabajando once horas diarias de  camarero,  puliendo  los bruñidos pasamanos de  bronce,  sudando  en el vapor de las cocinas. Por eso los barcos están lejos,  y  yo  los  veo llegar e irse  de  todos  los  puertos,  de  todos  los  ensueños, de todas las nostalgias.

Bonitas historias que vienen del pasado: Tomás Wong. Capítulo 55 de la novela Sombra de la sombra.

domingo, 19 de noviembre de 2017

ella (sergio beleiro)

ella...
ella es prodigiosa.

maneja su memoria como nadie la maneja .
yo daría cualquier cosa por tener ese don
o manejar, como ella, sus manivelas.

pero no es lo mío.
es lo suyo.

lo que no le gusta:
a un arcón bien escondido,
inencontrable, a un lugar desde donde
no va a regresar.

lo que duele: ahí, al tarro,
a esa valija, a ese perfecto rincón,
aunque sea unos minutos más tarde,
para no volver;
aunque una lágrima haya caído;

y al secarse,
lágrima, atisbo de la misma o espejismo de sus sales,
todo el asunto a ese arcón bien escondido.

lo que no le importa,
lo que no es de ella,
aunque te haya dicho lo contrario,
aquello por lo que te ha preguntado,
fruto de sus mejores modales,
y de lo que no ha obtenido la mejor respuesta
o ha obtenido la respuesta menos
desagradable y más esperada,
al cajón de lo perdido,

a lo irrecuperable, para ella,
gracias a su dios
o a su propia gracia del olvido.

si te preguntó cómo andás y mandaste algún problema,
al cajón de lo olvidado.

y si preguntaste lo que más te importaba y no te dió bola,
porque nos sos para ella más que un decorado,
aunque intente demostrar lo contrario, o
sos alguien a quien no se puede evitar en toda circunstancia:
                            al cajón
                                          donde lo inexistente encuentra su mejor lugar,

y no vuelvas nunca a preguntar
porque tal cosa no existe,
porque te mirará con cara rara,
o mirará hacia otro lado con gestos de:
¡éste qué carajo está diciendo!
¡eso nunca pasó! 
¡eso es imposible!
(tal vez sin signos de admiración).

ella...
ella es así,

yo que nada envidio
por un rato la envidio,
yo quisiera tener su memoria,
acceder a su manejo del recuerdo...
o del olvido.
poder manejar las manivelas como ella lo hace,
a su antojo o,
a veces,
en forma tan espontánea, natural u orgánica,
y sin tocar ninguna tecla hacer que el olvido suceda,
sin siquiera darse cuenta.

ella...
ella maneja su memoria
como nadie puede hacerlo.


es su gran gracia.

domingo, 12 de noviembre de 2017

los días del odio

Hacia el final de los días del odio poco quedaba. Sólo odio o alguna de sus fases.
Una resignación brumosa o aceptación entre dientes, velada, de ojos mirando a otro lado y como dando la espalda a los hechos.
Hacia el final, de nada valía mirar atrás y atrás era tan lejano que se perdía en noches y días olvidados, en personas que no estaban, en hechos que ni siquiera hoy, de volver a presentarse, se intentarían cambiar, porque el odio es así, irracional, aunque nazca de los razonamientos más elaborados.
Porque el odio, se origine donde se origine, es solo eso y, en algún lugar del camino, en algún momento de la vida, de cada uno o de la tribu, cita a las mayores sombras al lugar donde sólo hay oscuridad.
¿Acaso no es sombra, o parte de la noche profunda, oír, por ejemplo, a alguien decir: los odio porque los odio?
El desarrollo de la historia se comió a los indecisos, a los convencidos de no quedarse en ninguno de los dos bandos y a los blandos. Ahora, cuando los segundos serían necesarios, o un tercero en discordia la alternativa posible, o la probabilidad de disuadir la obcecación que más allá del desastre persiste, sólo quedan los vencidos que son todos y odian todavía de algún modo.
Rebuscando por aquí o por allá se pueden encontrar los periódicos de esa época, todos tomando partido de uno u otro lado, con las razones de cada cual para su odio. La palabra objetividad ― ni hablar de veracidad o verdad ― la podrán encontrar escrita por ahí, muchas veces, pero más esgrimida que ejercida.
Hoy no hay nadie por aquí que pueda sacarse sus prejuicios de encima y bucear en el pasado de esos papeles y otros para encontrar quien empezó o se equivocó primero,  ni quien tenía razón; mucho menos se puede encontrar quien tenga ganas o voluntad de hacerlo.
La razón ya no importa porque los daños son irreparables. De haber algo por delante tendría que ser otra cosa.
Por puro afán, ya no de objetividad sino de respeto por mí mismo, puedo decir que, también, elegí un bando y que no me arrepentí entonces ni me arrepiento hoy de haberlo hecho; que sigo en ese bando, más convencido que nunca, aunque unos y otros hayamos perdido.
No me interesa exponer las razones de mi elección ni vale la pena.
Nada vale la pena, como no valió la pena la victoria o la derrota.
Ahora somos pocos y si nos vemos venir nos alejamos; si nos cruzamos, nos miramos de costado y seguimos de largo. Después tratamos de no pensar en estos días ni en los otros.

Lo único bueno de todo esto es que ya no hay televisión ni diarios.



jueves, 9 de noviembre de 2017

La extraña (Julia Uceda)

Me levanté sin que se dieran cuenta
y salí sin hacerme notar.
Había estado todo el día
entre ellos, intentando
hacerme oir,
procurando decirles
lo que me habían encargado.
Pero el recado que me dieron
no era preciso. El humo,
la música, el ruido de las risas
y de los besos -estallaban
como las rosas en el aireeran
más fuertes que mi voz. Cansada
de mi trabajo inútil,
me levanté,
abrí la puerta
y salí del hermoso lugar.
Desde la calle
miré por la ventana: nadie había
advertido mi ausencia.
Caminé. Volví el rostro:
ninguno me seguía.


http://sernaleon.blogspot.com.ar/2012/01/la-extrana-julia-uceda.html

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Catalina Bahía (Miguel Cantilo)

Catalina tenía la rutina                                                                         
Del eterno crepúsculo en la piel
Su comarca de sexo en una esquina
Sus hectáreas de pecho en un vaivén
Catalina sabía el argumento
De la sábana rota por amor
Me soplaba la letra con su aliento
Y nos iba surgiendo esta canción
Labio sobre labio sobre labio
Y la península mía
Beso contra beso contra beso
Y tu bahía

Cuando se hacen las dos de la mañana
Cuando se hacen las cuatro del amor
Sus pupilas se hamacan porcelana
En ojeras de rímel y carbón
Catalina de fuego y nicotina
Esperando volver a comenzar
Bocanada profunda que ilumina
La mirada marrón de par en par
Labio sobre labio sobre labio
Y la península mía
Beso contra beso contra beso
Y tu bahía

La mirada en el techo de los días
La ceniza en el suelo del pudor
Y su nombre arrugado en una silla
Su apellido tendido del balcón
Encendé la fogata que combina
Mi melena la tuya y la del sol
Un retrato de fuego Catalina
Con rutina de lento caracol
Labio sobre labio sobre labio
Y la península mía
En tu bahía



la mujer extraña

la mujer extraña dibuja perdones
caminando sobre la doble raya amarilla
a media mañana vestida de colores
con su cortísima falda desgarrada
dibuja perdones a mano alzada
en el aire de la mañana
a un paso de caerse
bajo las ruedas de cualquier coche
dibuja cien perdones con las manos y los ojos
enmarcados en manchas oscuras de rímel que bajan
por sus mejillas coloreadas como marcas o noches derramadas
u otros perdones que quienes la ven por la calle
caminar por la doble raya amarilla no perdonan
porque nadie quiere perdonar a nadie y mucho menos a una loca
a una mina que se perdió en la noche y no pudo regresar
como no se perdona al linyera sucio que camina por el barrio con su perro
y su penetrante olor a orines viejos
nadie perdona esas faltas que nunca fueron faltas
pero ella con su falda desgarrada dibuja los perdones
a izquierda y derecha
                               a niños y a viejas              
                                                            frente a todas las vidrieras
tal vez si llega a casa antes de que otra noche se venga
o un coche se la lleve al otro lado su perro vaya
a lamerle las heridas o a seguirla por la pieza y la cocina
como ese otro perro sucio que va de un lado a otro
tras la sombra del linyera compartiendo la locura y la miseria









jueves, 2 de noviembre de 2017

El duro pan (María Victoria Atencia)

El insomnio beberme hasta la última copa.
Huir campo a traviesa, de par en par los brazos.
Conocer de qué angustia me llegan mis poemas.
Desgajarme el vestido con dolor y sin lágrimas.
Morder el duro pan del egoísmo ajeno.
Ahogarme en el tumulto que por dentro me invade.
Salirme del teatro que a diario me ofrecen.
Prenderme el desamor con un collar de escarcha.
Clavar en mi acerico oxidadas agujas.
Hacer trizas las horas que en las sienes me pesan.
Hundirme poco a poco con este peso impuesto.

Aguardar el momento en que la hiel reviente.


http://www.cervantesvirtual.com/portales/maria_victoria_atencia/obra-visor/antologia-poetica--52/html/00aa8992-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_9_