domingo, 30 de abril de 2023

Latido (Angélica Morales)


 











¿De qué sirven los palacios de una rosa si solo se habitan los salones de sus espinas?
Ahora escucho el latido firme de las horas y bajo mi herida,
está el hombre que me amó,
el mar que me dio su mordisco más demente.
Y yo estaba aferrada al golpe de una casa.
Pero decir casa a veces es decir cárcel
o prisión primigenia
o mujer dentro de la piel podrida de una manzana.
Y yo me llamo Eva y me levanto cuando la noche aún aletea
y le doy de mamar a la esperanza y a un hijo que acaba de nacer de las arañas,
después rasco mis bolsillos y tomo el bus de camino al trabajo.
Allí conozco a otras mujeres que como yo callan,
que ocultan bajo el manto del silencio la cicatriz de su vergüenza.
Entre nosotras hay hilos de plata que mueven el latido de nuestro corazón.
Somos animales desnudos que giran la cintura de su hambre
sobre la órbita ennegrecida del cielo.
Porque yo rezo y creo en Dios y me arrodillo dentro de la sal
y me golpeo las trenzas como si fuese hija de Hécuba
o prendo el fuego de un tambor
para que alguien más allá de los abismos pueda escuchar mi voz,
este aullido que me come y me atraviesa.
Dicen que debería hablar,
coger a mi hijo,
hacer una maleta de flores y hundirme en el vientre de otro paisaje.
Sin embargo no tengo fuerzas,
porque él me ata a las garras del miedo un día y otro día aún,
mientras la tormenta estalla sobre el plato y se hace añicos el amor.
Es entonces cuando caigo muerta en mitad de la costumbre y su droga.
Y yo ya no recuerdo nada excepto que he de trabajar,
hacer la comida,
servir pan de hombre en descomposición,
recibir con la obediencia de un cadáver toda la fiebre de su ira.
Aunque tal vez mañana…
Sí,
dicen que mañana bajará un ángel a darme miel de sus propios labios
y entonces me nacerán unas alas de nieve purísima
y podré enfrentarme a los cuchillos
y romper este silencio de plata que anula mi sexo y mi condición,
el derecho a abandonar este campo de exterminio
para trepar hacia la boca ardiente de los árboles.
Me llamo Eva, sí,
y soy mujer,
niña,
anciana,
rosa pálida enfermando a la luz angustiosa de los días.
Pueden buscarme en el roto de un cristal,
en la penumbra amarilla de un mal sueño,
en esa nube que rompe a llorar y nos sangra dentro del pecho.


sábado, 22 de abril de 2023

Después del arrebato (Jericho Brown)

 













veritas sequitur esse

Nadie se ahogó en el diluvio.Al principio, el cielo era infalible.Las primeras gotas tomaron a los hombres

por sorpresa. Todos murieronde la conmoción. Pero cuando volvióa nacer el hombre, le gustaban las palabras

lo suficiente para ver si “marchito” podíacalificar a un árbol, así que se subió al autoy fue hasta un precipicio, se quedó sin nafta,

dio media vuelta y arrancó para el desierto,y como un país que pruebasu mejor armamento en lugares sin gente,

vastísimos, anónimos, se rompió en pedacitoscon un vidrio, se volcó y derramópor tierras innombrables,

cemento, agua, manos. Entonces empezóla verdadera matanza. Los cactus se pusierona gotear y perdieron las espinas. Unos pocos

rezaron. Rezamos por la victoria.


https://www.zaidenwerg.com/despues-del-arrebato-jericho-brown/




sábado, 15 de abril de 2023

muro adentro (sergio beleiro)


y viaja muro adentro
la voz sorda de siempre
sin una linterna
sin armas y sin deudas
desnudo como siempre
aunque vestido hasta los dientes
con las manos de tender
y no saber nunca cómo 
pedir / la noche 
es la misma cosa
el mismo viaje 
por adentro mismo de un ladrillo
duro requemado negro
una noche más como cualquiera
aunque en pleno día

domingo, 9 de abril de 2023

Un cambio en los climas del corazón (Dylan Thomas)


 










Un cambio en los climas del corazón

Un cambio en los climas del corazón
vuelve seco lo húmedo, la bala de oro estalla
sobre la tumba helada.
Un clima en la comarca de las venas
cambia la noche en día; la sangre entre sus soles
ilumina al viviente gusano.

Un cambio en el ojo advierte a tiempo
la ceguera hasta el hueso; y el útero incorpora
una muerte mientras surge la vida.

Una sombra en el clima del ojo
es a medias su luz; el mar sondeado irrumpe
sobre una tierra sin arpones.
La semilla que del lomo hace una selva
divide en dos su fruto; y la mitad se escurre
lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso
es seco y húmedo; el viviente y el muerto
se mueven como espectros ante el ojo.

Un cambio en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño dentro de su madre
se repliega en su doble de sombra.
Un cambio echa la luna dentro del sol,
tira de las ajadas cortinas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.

Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell

Poemas completos, Dylan Thomas. Editorial Corregidor. Segunda edición.

Nota: en la versión de Ed. Corregidor en lugar de "es seco y húmedo" figura "es seca y húmeda";
en lugar de "y cada niño dentro de su madre" aparece "y cada niño dentro su madre"



Proceso en el tiempo del corazón.

Un proceso en el tiempo del corazón
convierte lo húmedo en seco; el disparo de oro
se precipita hacia la congeladora tumba.
Un tiempo en el recinto de las venas
convierte la noche en día: la sangre en sus soles
ilumina al viviente gusano.

Un proceso en el ojo presagia
osamentas de ceguera; y el útero
proporciona un deceso ante la huida de la vida.

Una tiniebla en el tiempo de la mirada
es la mitad de su luz; el medido mar
estalla en tierras fuera del mapa.
La simiente que hace de la ingle un bosque
atenaza la mitad de su fruto; la mitad cae fuera,
lenta en un viento somnoliento.

Un tiempo en la carne y en el hueso
es húmedo y seco; lo vital y lo difunto
se mueven como dos fantasmas ante la mirada.

Un proceso en el tiempo del universo
convierte al fantasma en fantasma; cada hijo de madre
se asienta en la doble sombra de ellos.
Un soplo lanza luna contra sol,
baja las raídas cortinas de la piel;
y el corazón hace entrega de su muerto.


Traducción de Margarita Ardanaz Morán.



A process in the weather of the heart

A process in the weather of the heart
Turns damp to dry; the golden shot
Storms in the freezing tomb.
A weather in the quarter of the veins
Turns night to day; blood in their suns
Lights up the living worm.

A process in the eye forewarns
The bones of blindness; and the womb
Drives in a death as life leaks out.

A darkness in the weather of the eye
Is half its light; the fathomed sea
Breaks on unangled land.
The seed that makes a forest of the loin
Forks half its fruit; and half drops down,
Slow in a sleeping wind.

A weather in the flesh and bone
Is damp and dry; the quick and dead
Move like two ghosts before the eye.

A process in the weather of the world
Turns ghost to ghost; each mothered child
Sits in their double shade.
A process blows the moon into the sun,
Pulls down the shabby curtains of the skin;
And the heart gives up its dead.



jueves, 6 de abril de 2023

Tercer padre (Rita González Hesaynes)


 











en todas las familias hay milagros
y secretos funestos

incluso en ocasiones son el mismo

de tres padres nací
de papá, de mamá y del niño muerto
que duerme en la maceta del jardín
profundamente

ese hermano mayor
me acompañó sonriente
al umbral de la vida
como si hubiera ido
a un aeropuerto oscuro
a despedirme

había solo un asiento
en el ferry del mundo
y él dejó que yo, la hermanita
se sentara
y observara las nubes
el vientre fabuloso de mi madre
los perros en el pasto
los tractores

¿quién tuvo que quedarse para que yo naciera?
hace ya tanto tiempo que no estamos en la misma estación
hace ya tantas vidas
pero aquí nadie más ha de conocerlo
y nadie sabe cómo alzaría la vista
para ver los aviones
ni con qué decisión se abriría paso
en las calles terráqueas
ni con qué exacto método
comería su manzana

hija soy de los vivos y los muertos
y en mí cantan
todos los átomos que soltaron sus manos
de la gran ronda cósmica
para integrar el cuerpo que les habla

no me esperaba el río caudaloso
no me esperaba el trueno
no me esperaba el cura que me ungió
con aguas consagradas
yo misma no esperaba las caricias del aire
la traición de la isoca
el guardapolvo blanco contra el frío
la desnudez al borde de las lámparas

era a él que esperaban

de ese tiesto donde yace enterrado
brotó un tallo
y más tarde las hojas
aletearon al cielo
para sorber la luz

en ese arbusto terco y diminuto
contemplé desde niña la fuerza de mis brazos
dichosos con sus bíceps y epidermis y venas
y lo supe mi hermano

y en el embrión disuelto
en el lago de tierra
donde esa planta hundía sus raíces
vi a mi padre, el tercero
que recorre sonámbulo
pasillos de aeropuerto
de un universo trunco
para que yo cantara
entre los vivos.








sábado, 1 de abril de 2023

¿No te preguntas, a veces? (Tracy K. Smith)


 








¿No te preguntas, a veces?

1.

De noche, las estrellas brillan como el hielo, y la distancia que abarcan
esconde algo elemental. No a Dios, exactamente. Más bien a alguien
Delgado y brillante del tipo de Bowie —un Starman
o un as cósmico planeando, balanceándose, sufriendo  para hacernos ver.
¿Y qué haríamos, tú y yo, si pudiéramos saber con seguridad
Que alguien estaba ahí viendo de reojo a través del polvo,
diciendo que nada está perdido, que todo vive en la espera sólo
para ser querido de nuevo con la suficiente intensidad ? ¿Irías entonces,
incluso por unas cuantas noches, hacia esa otra vida donde tú
y el primer amor que ella tuvo estuvieran ciegos al futuro, y felices?
¿Debería ponerme mi abrigo y regresar a la cocina donde mi
madre y mi padre se sientan a esperar y calentar la cena en la estufa?
Bowie nunca morirá. Nada vendrá a él mientras duerme
ni correrá por sus venas. Y nunca se volverá viejo,
como la mujer que perdiste, que siempre tendrá el cabello oscuro
y estará ruborizada, corriendo alrededor de una pantalla
que marca los minutos, las millas por correr. Como la vida
en la que siempre soy una niña que mira por la ventana el cielo nocturno
pensando que un día tocaré el mundo con las manos desnudas
Incluso si éste quema…

2.

Él no deja rastro. Se desliza más allá, veloz como un gato. Eso es Bowie
para ti: el Papa del Pop, modesto como Cristo. Como una obra de teatro
dentro de una obra de teatro, él es una marca registrada dos veces. Las horas
caen como agua en una ventana con aire acondicionado. Lo transpiramos
enseñándonos a esperar. En silencio, con pereza, el colapso ocurre.
Pero no para Bowie. Él ladea su cabeza, sonríe con esa malvada sonrisa.
El tiempo nunca se detiene, ¿pero termina? ¿Y cuántas vidas
antes del despegue, antes de que nos busquemos a nosotros mismos
más allá de nosotros mismos, todo glamoroso-resplandeciente, todo brillante y dorado?
El futuro no es lo que solía ser. Incluso Bowie tiene sed
de algo bueno y frío. Los jets parpadean en el cielo
como almas migratorias.

3.

Bowie está entre nosotros. Justo aquí
en Nueva York. En una gorra de beisbol
y en unos costosos jeans. Sumergiéndose en
una tienda delicatessen. Exhibiendo todos esos dientes
al portero en su camino de regreso.
O está tomando un taxi en Lafayette
mientras el cielo se nubla en el crepúsculo.
Él no tiene ninguna prisa. No siente
de la forma en que piensas que siente.
No presume ni alardea. Hace bromas.
He vivido aquí todos estos años
y nunca lo he visto. Es como no distinguir
un cometa de una estrella fugaz.
Pero apuesto que arde brillante,
arrastrando una cola de ardiente materia blanca,
igual que cuando uno de nosotros deja un rastro de papel higiénico
cuando regresa del sanitario. Él obtiene
el mundo entero bajo su pie,
y somos pequeños a su lado,
aunque haya ocasiones
en las que un hombre de su tamaño puede cruzar su mirada
contigo justo por un breve momento  
y mandar un pensamiento como BRILLA
BRILLA BRILLA BRILLA BRILLA
Directo a tu mente. Bowie,
quiero creerte. Quiero sentir
tu voluntad como el viento antes de la lluvia.
Del tipo en que cualquiera simplemente obedece,
arrasado por ese baile hipnótico
como si algo con el poder para hacerlo
hubiera mirado en su dirección y dicho:

                                                                          Sigue adelante.


Traducción: David Ruano


¿No te lo preguntás algunas veces?

1.

Después de que oscurece, las estrellas brillan como el hielo,
y la inmensidad que abarcan oculta algo elemental. No es Dios,
exactamente. Es un ser de caderas estrechas, que relumbra, tipo Bowie:
una especie de Starman o astro cósmico que flota y se sacude
en sus ansias de hacernos ver. ¿Y nosotros qué haríamos, vos y yo,
si pudiéramos saber a ciencia cierta que hay alguien que, entornando
los ojos en el polvo, dice que nada se perdió, que todo sigue vivo
a la espera de que vuelvan a desearlo con suficiente ímpetu? ¿Te irías,
aunque sea por unas pocas noches, a esa otra vida en donde vos
y ese primer amor de la que fuiste, sin saber el futuro eran felices?
¿Me pondría el abrigo y volvería a la cocina donde mamá y papá
me esperan a la mesa, la comida caliente encima de la hornalla?
Bowie no va a morirse nunca. Nada lo va a venir a arrebatar en sueños,
ni a invadirle las venas. Y no va envejecer jamás. Igual que la mujer
que perdiste, que siempre va a tener el pelo oscuro
y la cara sonrojada, que todavía corre en dirección a una pantalla electrónica
que cuenta los minutos, los kilómetros que quedan. Al igual que la vida
en la que sigo siendo esa nena que mira por la ventana el cielo de noche
y se imagina que un día va a tocar el mundo con las manos,
por más que queme.

2.

No deja ningún rastro. Se escabulle, rápido como un gato. Ahí tienen
a Bowie: el Papa del pop, remilgado como Jesucristo. Como una obra
dentro de una obra, doble marca registrada. Las horas caen, gotean,
como un aire acondicionado de ventana. Transpiramos, aprendemos
a esperar por nuestra cuenta. Con pereza, en silencio, sucede el derrumbe.
Pero no para Bowie, que inclina la cabeza y pone esa sonrisa pícara.
El tiempo no para, ¿pero termina? Y cuántas vidas
antes del despegue, antes de descubrirnos fuera
de nosotres mismes, todo glamour y brillantina y oro?
El futuro no es lo que era. Hasta Bowie tiene sed
de algo rico y fresco. Los aviones titilan por el cielo
como bandada de almas migratorias.

3.

Bowie está entre nosotres. Acá mismo,
en Nueva York. Con gorrita de béisbol
y jeans caros. Va a comprar a un deli.
Le muestra todos esos dientes
al portero cuando vuelve a su edificio.
O está parando un taxi en Lafayette,
mientras cae la tarde y el cielo se nubla.
No tiene apuro. No se siente
como pensás que habría de sentirse. No
se pavonea ni se manda la parte. Hace chistes.
Yo viví acá todos estos años
y nunca lo vi. Como no distinguir
un cometa de una estrella fugaz.
Pero seguro que brilla con fuerza,
y que arrastra una cola de partículas al blanco vivo,
como quien deja un rastro de papel higiénico
al salir de un baño público. Tiene
al mundo entero a sus pies,
y somos diminutes a su lado,
pero a veces cruzás la mirada un instante
con alguien de su estatura que te transmite
un pensamiento directo a tu cerebro: BRILLÁ
BRILLÁ BRILLÁ BRILLÁ BRILLÁ. Bowie, quiero
creerte. Quiero sentir tu voluntad como el viento antes
de la lluvia. La voluntad que todo el mundo obedece
sin más, dejándose arrastrar por ese baile hipnótico,
como si algo capaz de ese poder dijese con una mirada:
Dale, no se lo pierdan.

Traducción: Ezequiel Zaindenwerg



Don't You Wonder, Sometimes?

          1.
 
After dark, stars glisten like ice, and the distance they span
Hides something elemental. Not God, exactly. More like
Some thin-hipped glittering Bowie-being—a Starman
Or cosmic ace hovering, swaying, aching to make us see.
And what would we do, you and I, if we could know for sure
 
That someone was there squinting through the dust,
Saying nothing is lost, that everything lives on waiting only
To be wanted back badly enough? Would you go then,
Even for a few nights, into that other life where you
And that first she loved, blind to the future once, and happy?
 
Would I put on my coat and return to the kitchen where my
Mother and father sit waiting, dinner keeping warm on the stove?
Bowie will never die. Nothing will come for him in his sleep
Or charging through his veins. And he’ll never grow old,
Just like the woman you lost, who will always be dark-haired
 
And flush-faced, running toward an electronic screen
That clocks the minutes, the miles left to go. Just like the life
In which I’m forever a child looking out my window at the night sky
Thinking one day I’ll touch the world with bare hands
Even if it burns.
 
 
          2.
 
He leaves no tracks. Slips past, quick as a cat. That’s Bowie
For you: the Pope of Pop, coy as Christ. Like a play
Within a play, he’s trademarked twice. The hours
 
Plink past like water from a window A/C. We sweat it out,
Teach ourselves to wait. Silently, lazily, collapse happens.
But not for Bowie. He cocks his head, grins that wicked grin.
 
Time never stops, but does it end? And how many lives
Before take-off, before we find ourselves
Beyond ourselves, all glam-glow, all twinkle and gold?
 
The future isn’t what it used to be. Even Bowie thirsts
For something good and cold. Jets blink across the sky
Like migratory souls.
 
 
          3.
 
Bowie is among us. Right here
In New York City. In a baseball cap
And expensive jeans. Ducking into
A deli. Flashing all those teeth
At the doorman on his way back up.
Or he’s hailing a taxi on Lafayette
As the sky clouds over at dusk.
He’s in no rush. Doesn’t feel
The way you’d think he feels.
Doesn’t strut or gloat. Tells jokes.
 
I’ve lived here all these years
And never seen him. Like not knowing
A comet from a shooting star.
But I’ll bet he burns bright,
Dragging a tail of white-hot matter
The way some of us track tissue
Back from the toilet stall. He’s got
The whole world under his foot,
And we are small alongside,
Though there are occasions
 
When a man his size can meet
Your eyes for just a blip of time
And send a thought like SHINE
SHINE SHINE SHINE SHINE
Straight to your mind. Bowie,
I want to believe you. Want to feel
Your will like the wind before rain.
The kind everything simply obeys,
Swept up in that hypnotic dance
As if something with the power to do so
Had looked its way and said:
                                                     Go ahead.