sábado, 27 de abril de 2019

Una mirada desde la alcantarilla (Alejandra Pizarnik)





una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos






El poema pertenece a Árbol de Diana (1962)

martes, 23 de abril de 2019

territorio comanche


es difícil arrancarse de la muerte
en pleno territorio comanche
es difícil esconderse
de las lanzas y las flechas
apartarse 
de los propios rastros
y de los rastros de tu suerte /
leeré el libro del pasado
al reflejo de la luna
permaneceré en silencio
día y noche como un muerto /
¿podrá conmigo
el indio viejo
astuto y sin palabras
o lo hará la serpiente 
que sin piedad me espera
con su veneno entre las piedras? /
¿será algún dios displicente
cansado de su juego lento 
de fuegos en las zarzas 
terrores y amenazas
quien vuele el tablero de mis días
con sus manos invisibles? /
¿no podré más 
y yo mismo 
con el filo del cuchillo
le ganaré tiempo al destino
o no podré más 
y gritaré al amanecer 
para que de una vez me atrapen
lleguen con sus armas y todo se termine? /
no es fácil sobrevivir
en territorio comanche
como es difícil esconderse
de la propia cobardía



lunes, 22 de abril de 2019

Es allí a donde voy (Clarice Lispector)


Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy.

La punta del lápiz el trazo.

Donde expira un pensamiento hay una idea, en el últi­mo suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la es­pada la magia: es allí a donde voy.

En la punta del pie el salto.

Parece la historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy.

¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy.

En la punta de la palabra está la palabra. Quiero usar la palabra «tertulia», y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí a donde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Des­pués de muerta es hacia la realidad a donde voy. Mien­tras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien dirá con amor mi nombre.

Es hacia mi pobre nombre a donde voy.

Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes. Pero son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa.

En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamen­ta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo.

Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullan­tes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto.

Oh, cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero len­tamente.

¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.


Traducción: Cristina Peri Rossi.

Del libro Silencio

Tomado de: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/13-cuento-contemporaneo/cuento-contemporaneo-cat/208-090-clarice-lispector?showall=&start=9

B. A. Argentine (Fragmento) (Paco Urondo)




el sol ha dejado de brillar
no hay calor
no hay energías en esta temblorosa tierra     
hay gemidos en la ciudad
tiembla un dolor mudo y expectante
una tierna vacilación
una certidumbre que demora
un riesgo que incita y escapa
aquel titubeante desafío
otro lenguaje otro amor
otro enigma
otro tiempo

merecías estar lejos de este destino y esta tristeza
de esta autocompasión
de los estragos del alcohol
quisieras otra tibieza sin errores
una mano sin contradicciones abiertas
palabras sin dolor
sin culpa de otras memorias
una tregua
una irremediable venganza

perdón por los que nacen
por los que caen para siempre sin probar una ternura breve o amarga
por la urgencia
por el amor que no supimos ejercitar
por las ideas que no pudimos imponer
por las mujeres que no entendimos
por el fracaso
por los éxitos de esta vida
perdón por hacer el amor
con los resplandores de este mal tiempo
con este signo impropicio y viejo
por gustar de la mujer
especialmente en la espesura de la siesta
y tocarla buscando el vigor amplio y sin nombre
que estalla en su forma
perdón por no aguardarla
por la resonancia que esperabas de su carne
por olvidarla fácilmente
y confundirla
por una torpeza inútil o por pereza o por falta de voluntad
o cansancio
o por designio o fatalidad o capricho de este mundo
donde no hay un momento para ganar
ni nada bueno que perder
ni tiempo de darse cuenta de los vientos que soplan
esperábamos otra cosa de los aires del mundo
que un milagro impusiera un nuevo destino
un destino que no ganamos que no pudo correspondernos


B. A. Argentine pertenece al libro Nombres (1956-1959) y fue tomado de la antología Poemas de Francisco Urondo, Colección La Honda, Casa de las Américas, 1984.

sábado, 20 de abril de 2019

Solo (Jorge Fandermole)

Solo
como al aclarar está el lucero,
como el ojo pálido del cielo
va girando en la órbita lunar.

Solo
como el primer hombre de la tierra,
como el último lobo de Inglaterra,
como el viejo más viejo del lugar.

Solo
como uno va hilando sus ensueños,
como el monstruo que sobrevivió un milenio
y se esconde en una gruta bajo el mar.

Solo
como el que tiene la virtud del mago,
como el que conduce un pueblo hacia el estrago
mientras imagina la felicidad.

Solo
como el esclavo solo bajo el yugo,
como la conciencia del verdugo
o el único beso del traidor.

Solo
como un grandioso golpe de la suerte,
como cada uno frente a su propia muerte,
solo como un ángel exterminador.

Solo
como un dios que niegan sus criaturas,
como el que dio color a su locura
y pintó los cuervos y el trigal.

Solo
como está en su mundo cada muerto,
como la voz que calla en el desierto,
como el que dijo siempre la verdad.

Solo
como el que logra ver todo muy claro,
solo como la atenta luz de un faro
o el último minuto del alcohol.

Solo
como este mismo instante que se pierde,
como el único que ha visto el rayo verde
cuando se cayó el último sol.

Solo
como el que desentraña algún presagio,
como el único vivo del naufragio,
como todo el que pierde la razón.

Solo
como el que se extravió sin darse cuenta,
como un ave ciega en la tormenta,
así estoy en el mundo sin tu amor.

Solo
como si fuese un animal eterno
clavado en la puerta del infierno,
así estoy en el mundo sin tu amor.

    



Canciones, poemas, a veces no está muy clara la diferencia. Tal vez porque algunas veces son la misma cosa.


Como muestra una versión del autor en vivo y otra de Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale.




jueves, 18 de abril de 2019

Árbol que nace torcido (Américo Ferrari)




Al llegar al mundo torcieron hacia afuera y se torcieron ellos mismos hasta que Dios que los tenía en su mano la abrió y los dejó caer porque no hay mano de dios que pueda torcerse tanto. Y ahí siguen los dejados de la mano de Dios torciéndose y retorciéndose en el despeñadero del vacío que no tiene fin. Dónde estará el dios que cierre otra vez su mano para sostenerlos. No está.




De Estancias para no estar.

Tomado de Diario de Poesía Nº 57, otoño de 2001.

martes, 16 de abril de 2019

Morir cada día (Blanca Varela)

morir cada día un poco más
recortarse las uñas
el pelo
los deseos
aprender a pensar en lo pequeño
y en lo inmenso
en las estrellas más lejanas
e inmóviles
en el cielo
manchado como un animal que huye
en el cielo
espantado por mi



El poema pertenece a Concierto Animal (1999) y fue tomado de Diario de Poesía, Nº 57, Otoño de 2001.

lunes, 15 de abril de 2019

El peso de los nombres - The weight of names (Claire Kageyama-Ramakrishnan)


La noche en que se suicidó mi primo
las mujeres de nuestra familia no tocaron el teléfono.
Lo único en lo que podía pensar era en las venas hinchadas
de sus manos, en la perilla que afeitaron los amortajadores,
en los imperceptibles puntos que le dieron bajo el cuello.
Estaba amaneciendo cuando los aviones pasaron atravesando el horizonte.
La sirenas atronaban en Sepúlveda como ofreciéndole a mi primo
una despedida. Mi abuelo se sentó y dijo:
caminará sobre las nubes,
hacia los muertos… Hoy entiendo
las supersticiones de las mujeres, su miedo
a que los muertos devolvieran la llamada
y a mi primo, el único hijo
a quien correspondía el deber de llevar
el apellido de mi abuelo.
The night my cousin killed himself
the women in our family would not touch the phone.
All I could think of were the collapsed veins
on his hands, the goatee the morticians shaved off,
the faint stitches they sewed under his neck.
It was dawn when planes streaked across the horizon.
Sirens blared down Sepulveda as if to bid my cousin
farewell. My grandfather sat and said—
He would walk above the clouds
up to the dead… Today I understand
the women’s fears and superstitions
about the dead calling them back—
about my cousin, the only son
who was supposed to carry out
my grandfather’s name.

La versión es de Juan Fernández Rivero

domingo, 14 de abril de 2019

Retornos de una sombra maldita (Rafael Alberti)

¿Será difícil, madre, volver a ti? Feroces
somos tus hijos. Sabes
que no te merecemos quizás, que hoy una sombra
maldita nos desune, nos separa
de tu agobiado corazón, cayendo
atroz, dura, mortal, sobre sus telas ,
como un oscuro hachazo.
No, no tenemos manos, ¿verdad?, no las tenemos,
que no lo son, ay, ay, porque son garras,
zarpas siempre dispuestas
a romper esas fuentes que coagulan
para ti sola en llanto.
No son dientes tampoco, que son puntas,
fieras crestas limadas incapaces
de comprender tus labios y mejillas.
Han pasado desgracias,
han sucedido, madre, verdaderas
noches sin ojos, albas que no abrían
sino para cerrarse en ciega muerte.
Cosas que no acontecen,
que alguien pensó más lejos,
más allá de las lívidas fronteras del espanto,
madre, han acontecido.
Y todavía por si acaso hubieras,
por si tal vez hubieras soñado en un momento
que en el olvido puede calmar el mar sus olas,
un incesante acoso
un ceñido rodeo
te aprietan hasta hacerte
subir vertida y sin final en sangre.
Júntanos, madre. Acerca
esa preciosa rama
tuya, tan escondida , que anhelamos
asir, estrechar todos, encendiéndonos
en ella como un único fruto
de sabor dulce, igual. Que en ese día,
desnudos de esa amarga corteza, liberados
de ese hueso de hiel que nos consume,
alegres, rebosemos
tu ya tranquilo corazón sin sombra.

Tomado del libro Retornos de lo vivo lejano (1948-1952)
, Editorial Losada, Buenos Aires, 1977.