martes, 27 de marzo de 2018

El cortocircuito (Aurora Munt)

La primera vez fue a los siete años.
Recuerdo el olor a tierra mojada,
los rostros angustiados de las otras niñas.
Después, la blanca luz del hospital,
sus paredes nacaradas.
Recuerdo pensar: “he muerto”,
pero mi madre estaba allí
y yo sabía que mi madre estaba viva.

Mi padre voló desde Barcelona
(el perfecto padre que viaja por su niña enferma).
Discutieron, como si siguieran casados.
La culpa es tuya, se decían el uno al otro.
La culpa es de tus genes podridos.
Yo no sabía qué eran los genes, pero
pensé en la fruta.
Pensé
que quizás
había comido algo en mal estado.

Fruta podrida
en el estómago.
Sólo después mi padre
me habló del cortocircuito.
Me habló de sobrecargas en el cerebro.
De fusibles que saltaban,
intentó bromear
con una sonrisa triste.

Tendré que ir con cuidado,
pensé.
Tendré que moverme despacio
para que nada falle.
Tendré que
dejar la mente en blanco.


https://poetassigloveintiuno.blogspot.com.ar/2016/02/aurora-munt-18134.html

viernes, 16 de marzo de 2018

tres carajos (sergio beleiro)


                ― ¡Me importás tres carajos! 
    Se lo dijo mientras ella, a sus espaldas, revolvía vaya a saber qué que lo tenía sin cuidado.
                Se lo dijo y siguió mirando la televisión y bebiendo. Bebiendo al mismo ritmo que antes, sin girar ni una vez la cabeza ni darse vuelta.
                Permaneció así, mientras ella, sin decir nada, seguía moviéndose y manipulando cosas a sus espaldas.
                La pelea que estaba viendo era una mierda; dos perdedores con algún renombre que se creían más boxeadores que peleadores y no eran nada y nunca llegarían a nada.
                Dos perdedores como él, pero que no se daban por enterados, tal vez porque sabían que esa pelea de mierda estaba siendo televisada. Esa pelotudez de los cinco minutos o el cuarto de hora de fama o algo así.
                Abrió otra botella y pensó si no sería mejor comer algo antes de seguir bebiendo. No había comido nada desde la mañana y apenas salió del trabajo había empezado a beber, pero no tenía la menor  importancia, la pelea se terminaba y estaba muy cansado y quería irse a dormir y dormir sin parar hasta mañana a la tarde o más.
                El más alto erró un golpe con su derecha y el otro aprovechó para darle un puñetazo a lo bestia, justo, firme, en el hígado, que lo puso de rodillas para no volver a pararse.
                No había más y a él se le iba a terminar la noche porque ya no se aguantaba más despierto.
    Pero cuando contaban cuatro sintió un golpe en el cuello, por detrás.
                Ella le había tirado con un paquete de café ―supuso que sin intención sarcástica, seguro que era lo que tenía más a mano― apenas acertando el golpe, con las pocas fuerzas que tenía porque ya no tenía fuerzas ni para bancarse un buen polvo bajo su peso casi pesado y desvencijado.
                Cuando se dio vuelta, todavía sorprendido, ella le descerrajó la frase estúpida, tan estúpida como podía ser ella misma, para que hasta la vuelta de la esquina pudieran escucharla, ese “¡Viejo pelotudo! ¡La puta que te parió!”, que no dejaba de ser verdad, pero también encerraba cierta injusticia, la injusticia de no apreciar unas semanas mejor vividas que unos cuantos años, que muchos años. Y salió dando un portazo, con un bolso viejo medio abierto, que dejaba ver sus viejas y gastadas bombachas.
                Ese portazo  fue lo más duro y fuerte que hizo en su vida, en esta última vida que habían a medias compartido, por lo menos en estos meses y tal vez en los últimos veinte años, pensó, medio aturdido por el golpe, el final que no previó en el ring ni en la habitación y por la bebida que ya le hacía mella, que le pasaba una factura más alta de la que podría admitir.
                Entonces, se dijo entre dientes, con ganas de que lo oyera pero sin alzar la voz, aunque ya se había ido y sabía que no lo oiría porque se había ido para siempre, gracias a dios o al diablo: “La verdad es que me importás un carajo”, y se dejó estar, acurrucado en el sillón, olvidado hasta de sí mismo, esperando que la televisión pusiera la bandera y pasara el himno y se pudiera dormir de una vez por todas.




jueves, 15 de marzo de 2018

Soy un lugar deshabitado (Daniela Gaitán)

En la noche me levanto con sed,
agotada.

Despierto turbada o de mal humor.
Triste.
A veces me ronda la idea de que
un día volverá la guerra.
He de esconderte para cuando suceda,
he de equiparte para que no sufras
he de abrazarte
he de aprender a disparar armas
he de sobrevivir
aunque dicha guerra no vuelva,
o quizá no exista sino en el fondo
donde es bueno que tu no veas
donde es bueno que no entres.

Se han cruzado muchos seres
en el espejismo de la guerra
cuyo escondite es un lugar dentro de ellos
una sombra que permanece
una tristeza vieja e irremediable.
Soy un lugar deshabitado al
que llego cuando mis ojos
se estancan en las calles.

https://marimariteje.tumblr.com/search/soy%20un%20lugar%20deshabitado

La escritora publica en:

http://marimariteje.blogspot.com.ar/
https://marimariteje.tumblr.com/

viernes, 2 de marzo de 2018

Lo que no aparece en el certificado de defunción de mi padre (Ignazio Aiestaran)

El certificado de defunción
dice que mi padre murió
de un ataque de aneurisma,
pero esa no es toda la verdad.

Lo que mató a mi padre
no fue un aneurisma,
sino trabajar
todos los días
diez
doce
catorce horas.

Lo que mató a mi padre
fue sacar adelante una familia
en tiempos del franquismo,
trabajar toda una vida
y
alrededor de los 60 años
terminar en el paro
porque la empresa de los patrones había quebrado
(por supuesto,
los chalets de los patrones,
sus acciones
y
sus vacaciones no quebraron).

Mi padre no me dijo nunca
nada
en ningún lugar
sobre esto,
pero su insomnio era visible.

Todo esto lo vi
en su cara,
cuando le llegó el último ataque
en el hospital.

Por eso,
siguiendo la voluntad de mi padre,
mi madre y yo
no dimos permiso
para hacer la autopsia,
porque
todas las autopsias del mundo
no nos darían
la verdadera causa de su muerte.

Y me preguntaréis:
¿por qué has escrito
un poema tan torpe?

No lo sé a ciencia cierta,
pero
aun siendo la poesía lo mejor del mundo,
daría la mejor poesía del mundo,
sin ninguna duda,
a cambio de un abrazo de mi padre.



Desconozco los datos de la traducción desde el vasco. El poema en idioma original:



“Nire aitaren heriotza-ziurtagirian agertzen es dena”.

Aneurisma batek jota
hil dela dio
heriotza-ziurtagiriak,
baina hori ez da egia osoa.

Nire aita hil zuena
ez zen aneurisma,
egunero
hamar
hamabi
hamalau orduz
lan egitea baizik.

Nire aita hil zuena
frankismoaren garaian
familia aurrera eramatea izan zen,
bizialdi osoan lan egitea
eta
60 urte inguruan
langabezian bukatzea
ugazaben enpresak krak egin zuelako
(jakina,
ugazaben txaletek,
akzioek
eta
oporrek ez zuten krak egin).

Aitak ez zidan inoiz
inon
ezer esan
horri buruz,
baina bere insomnia agerikoa zen.

Hau dena ikusi nuen
bere aurpegian,
ospitalean
azken erasoa heldu zitzaionean.

Horrexegatik,
aitaren borondateari jarraituz,
nire amak eta biok
ez genien baimenik eman
autopsia egiteko,
zeren
munduko autopsia guztiek
ez bailigukete
benetako heriotza-zioa emango.

Eta zera galdetuko didazue:
zergatik idatzi duzu
hain poema trakets hau?

Ez dakit ziur,
baina
poesia munduko hoberena izanda ere,
munduko poesia hoberena emango nuke,
ezbairik gabe,
nire aitaren besarkada baten truke.


Tomado de: https://vivirdebuenagana.wordpress.com/tag/ignazio-aiestaran/
Algo más Ignazio Aiestaran en: https://poetassigloveintiuno.blogspot.com.ar/2015/06/ignazio-aiestaran-16375.html