jueves, 17 de agosto de 2023

La emperatriz (Paula Jiménez España)

 













Yo soy la tierra,
las líneas repetidas del segundo hexagrama
la redondez compacta, el circulo de hormigas
el reptar de lombrices apretadas circundando mi ombligo.
Lo excipiente abona mis entrañas,
el resto del amor, lo que secreta el goce cuando llega a su fin
y el corazón se vuelve a su propio destino solitario.
Nada me saca el don de concebir y si estoy seca
voy a crear el llanto
nutrido de las sales del océano, las lagrimas: mis hijas.
Nada hay detrás de mí, pero al futuro
le antepongo un escudo que defiende con hierro a la iniciada.
Capaz de rapiñar, declarar guerras, matar para cuidarla
o proteger esta matriz que crece
debajo de mi vestido azul, como la noche. Esta matriz
que es molde
de la especie, de la raza imponiéndose a la raza.
Adentro mío, dios
hierve como una bruja en una olla, porque yo soy la tierra
y estoy para quemar su frío, el nombre hueco
la madera hecha cruz, el poder de su cielo disgregado.
Soy la concentración.
Estoy para que adentro
de mí se originen volcanes, la erupción insensata. Y soy también
mi propia rajadura, por donde caigo, hermafrodita
y llena, para gestarme.
Es mi poder de magma: el invencible.
Yo engendro los berridos y la materia que se multiplica
porque soy primavera
la exultante de todo florecer
y me opongo al vacío, a su árbol despojado
al desierto arrasado de excrecencias. Si la esterilidad
gana esta guerra, si gana esa semilla híbrida, el no espacio,
lo que sigue es retorno.
Porque en mi vientre
albergo lo que sea, lo que quede, para otra vez crear
un movimiento de gusanos milenarios ovando entre los huesos
el aserrín de las generaciones, el olor hediondo de lo inmenso
convertido en pasado y desazón.
Yo soy la tierra y soy
los ojos ciegos húmedos
los ojos apretados contra el suelo, la puja
del cuerpo acuclillado a la orilla del río. Miren los peces
salir de entre mis piernas, nadar bajo el agua cristalina
y rozarse unos a otros para reproducir solo un destino, un futuro de espejos
que estallarían si
otra vez un big bang, pero inverso y centrifugo,
me tragara de pronto, atropellada
por sus siete jinetes de ceniza.
No lo dudo: después
suave como una brisa volvería a ser brote de jarilla en la arena
micromundo escondido, proteína
que alimenta a las raíces invisibles.
No se queden tranquilos.
Sientan mi aliento verde abriéndose al oxigeno,
tiene la fuerza total de las catástrofes.


sábado, 12 de agosto de 2023

La calle Manldestam (Jaime Huenún)


 











Sentimos el invierno en el estómago,

y no podemos, como antes, mordisquear

–con vano y fino orgullo–

hierbas, cortezas y piedras

en los ásperos caminos de la diáspora.

La poesía nos dejó

arrugas en los ojos y en la lengua,

un huevo diminuto envuelto en un pañuelo

y el humo del tren que parte

hacia la nieve gris de la Revolución.

Pero envejecer no es nada nuevo

y viajar sólo es un modo

–como lo son tantos otros–

de imaginar bellos paisajes,

mientras altos guardianes nos escoltan

por largos y fríos andenes

hacia la nueva felicidad.

 

Hemos sobrevivido a la clonación del terror,

hemos sobrevivido a la musa del miedo

que derrite la nieve y entibia los nidos

de los mirlos hambrientos.

Nos quedan sin embargo muchos, largos años

de tranquila miseria, de viajes sin retorno

a una cueva vacía sin fogatas ni sombras.

Sabemos por ahora –y siempre lo supimos–

que en la casa ambulante del poeta proscrito

montan guardia serena en vigilia y en sueño

los dioses tutelares de la ruina y la cruz.

 

Voy sin prisa por la Calle

de los Falsificadores,

esperando que este tiempo

se libere al fin de mí.

Sigo rumbo por la Vía

de los Locos y Asesinos

manteniendo a duras penas

la distancia y la razón.

Mi destino, ya lo adviertes,

es infame y perdulario,

aunque en esta esquina roja

solo cae lluvia gris.



https://circulodepoesia.com/2016/07/poesia-chilena-jaime-huenun/