martes, 2 de enero de 2018

una historia pequeña (sergio beleiro)

Como trabajan cerca, a la salida del trabajo se encuentran y se van de la mano o del brazo. Caminan unas cuadras hasta la casa de María, toman unos mates, hablan del día, del trabajo, de la lluvia o del calor, de lo que hay que hacer en cada casa.
Más tarde Mari se pondrá a cortar el pasto del pequeño rectángulo en el fondo, sin ayuda, por favor, que no la necesita.
En la otra casa esperan su turno las luces de una pieza, que se retoban y titilan en el momento más inesperado o menos oportuno.
Se separarán con un beso y cada cual a su casa y sus tareas hasta el próximo día. Pero no habría despedida si creyeran que la noche pintara para ser muy larga y triste o fea o rara, porque la compañía en esos casos es una luz, como el sexo o las sonrisas compartidas.
Si fuera sábado, otro gallo cantaría y la tarde los vería haciendo sus planes para la noche o el domingo: salida al cine o, cada muerte de obispo, al teatro a reírse un rato, o simplemente esperar la noche para hacer una pizza o pedirla a la vuelta de la casa de María y tomarse unas cervezas.
Si en mes de aguinaldo fuera la cosa, el domingo hasta podrían mandarse a un restorán y liquidarse una parte de lo recién cobrado en algún plato extraño o en unos canelones con salsa blanca o, si a la economía se le ocurriera apretar como ahora, unos fideos en un bodegón del barrio o unos ravioles en casa con una salsita de tomate con orégano y ajo.
Una tarde de feriado con buen tiempo les daría horas de sol en el jardín después de un vacío a la parrilla.
Toda vida es pequeña, si uno la mira con ojos pequeños; pero sus ojos son los ojos que les corresponden, los posibles, los justos para el tiempo que les toca.
La vida hoy los encuentra como algo más que amigos, o algo menos, quién lo sabe. Cuestión del ojo o del cristal con que se mire.
Se necesitan, sin embargo. Se quieren.
Serían mucho menos, cada uno, de no tenerse.
Las noches sin saber que hay alguien en sus vidas, serían imposibles.
Ir de la mano por la calle o simplemente caminar hombro con hombro, compartir unos mates lavados, o ver una peli en el cine o en la cocina, conversar de nada o las hormigas, les da vida por un rato y seguir no es tan inútil, se les hace llenita las vida casi, casi... como la vida que nunca tuvieron, y así la toman.

 Una vida, al fin y al cabo, y con ella, pequeña, simple o complicada, a la noche se puede dormir con menos miedo, con alguna esperanza para el otro día, con una sonrisa o sin el velo de una lágrima o su presencia cercana, a estas alturas, difícil de superar.

2 comentarios:

  1. Escribís lindo eh, querido Chiche !

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  2. Hermoso, Sergio. Un cuento con una simpleza descomunal!! Te felicito. Tenés mucha imaginación y un excelente talento. Seguí así!! Saludos. Adriana.

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