miércoles, 8 de junio de 2022

Sobreviviente (María Moreno)


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Ya fue bastante amarte,
reposar un sin fin en tu regazo
–cuarenta años para un minuto
no deja de ser un trato justo–,
tu mano en la noche del hospital también
aunque no pudieras escuchar el murmullo
oculto bajo el rebozo de la mascarilla:
“He atrapado el secreto, querida,
la muerte no nos dice nada”.

Si la velocidad es subjetiva
el viaje de la camilla hacia el quirófano
llega a alcanzar la velocidad de la luz.
Carreteras corren para atrás. Pasan postes:
ningún movie del ahogado,
ni siquiera el prestigio de una esquirla en la pierna,
solo recuerdos donde arden las poblaciones
y veo el palo del barco hundido.
(Tengo miedo de decir la verdad bajo anestesia.)

Mi madre me ofrece a la distancia
algo que me importa mucho pero luego
vuelve el rostro y dice que no puede dármelo.

Siete velos de valium me acercan tu cara de reproche
pues has podido leer en los pliegues de mis párpados
la tentación tenaz de soltarme y someterme.

Si hubiera Dios agradecería
que nuevamente me rapte una imagen
(tus lágrimas cayendo sobre loza jaspeada,
hojas entre las hojas de los libros,
ensalada de flores).

Y que una voz eche su raíz en mí
sin ninguna amenaza de olvido
(en español la palabra anhelo).

Espero en la antesala del Touro
reconocer a lo lejos los faros de tu auto
–voy a aterrizar ilesa entre nuestras sábanas–,
la reconciliación y los plisados rosa
y el barrido de tus manos sobre la seda.


El honor de las damas. El affair Skeffington.

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