miércoles, 7 de octubre de 2015

esta tarde

   A veces la tarde se presenta con extrañas formas, con tonos imprecisos sus manos se deslizan sobre nuestros improvisados y viejos remiendos.
   
   Viejos remiendos como tapas mal zurcidas que cubren nuestros rotos y rasgados.

   Vendas extrañas que ocultan heridas y rasguños que esta tarde se empeña en hacernos recordar.

   Levantamos cada gasa para encontrar debajo, no tan inesperadamente, sangres aún sin coagular. En cada tajo, a veces un rostro sin nombre que se cruzó en nuestra vida hiriendo sin darse cuenta o un nombre, esta vez con rostro, que sin pretenderlo nos provocó el sueño sin sentido, una necesidad extrema fuera de todo protocolo y completamente imposible. 

   Hay heridas propias de nuestro más íntimo desastre, de nuestras imposibilidades, de nuestras viejas cobardías.

   Puñaladas profundas del prejuicio.

   Pero los amores muertos, nuestros amores no correspondidos, las chances del amor que nos perdimos, duelen triste y alevosamente. 

   No era necesaria esta tarde particular para saberlo porque no son recuerdos, son dolores que permanecen siempre tercos en un presente a duras penas tolerable y se rezuman cada día, en mayor o menor medida, por la tela improbable de nuestros parches desgraciados.

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