entonces
un momento después de algo
o acaso un segundo antes
me di cuenta o creí
que estaba guardando muertos
-con vocación de patólogo
con estudios de mecánico
sin ningún estudio
y vanos intentos de saber algo
con voluntad de vago
o de tipo silencioso y aburrido-
que estaba guardando palabras asesinadas
en papeles que sólo son mortajas
y al final de la noche
-de esa o de alguna otra
en que no habría nada que observar cortar medir
como si la nula voluntad me apuntara
con sus mil dedos índices y la mirada fija
de sus perpetuos ojos acusadores-
primer asesinado de ese grupo de signos
-palabras nomás-
me volvería a sentar
sobre otra pila de papeles
a seguir mirando a otra parte
a contemplar el estúpido
paso de mi tiempo
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