sábado, 1 de abril de 2023

¿No te preguntas, a veces? (Tracy K. Smith)


 








¿No te preguntas, a veces?

1.

De noche, las estrellas brillan como el hielo, y la distancia que abarcan
esconde algo elemental. No a Dios, exactamente. Más bien a alguien
Delgado y brillante del tipo de Bowie —un Starman
o un as cósmico planeando, balanceándose, sufriendo  para hacernos ver.
¿Y qué haríamos, tú y yo, si pudiéramos saber con seguridad
Que alguien estaba ahí viendo de reojo a través del polvo,
diciendo que nada está perdido, que todo vive en la espera sólo
para ser querido de nuevo con la suficiente intensidad ? ¿Irías entonces,
incluso por unas cuantas noches, hacia esa otra vida donde tú
y el primer amor que ella tuvo estuvieran ciegos al futuro, y felices?
¿Debería ponerme mi abrigo y regresar a la cocina donde mi
madre y mi padre se sientan a esperar y calentar la cena en la estufa?
Bowie nunca morirá. Nada vendrá a él mientras duerme
ni correrá por sus venas. Y nunca se volverá viejo,
como la mujer que perdiste, que siempre tendrá el cabello oscuro
y estará ruborizada, corriendo alrededor de una pantalla
que marca los minutos, las millas por correr. Como la vida
en la que siempre soy una niña que mira por la ventana el cielo nocturno
pensando que un día tocaré el mundo con las manos desnudas
Incluso si éste quema…

2.

Él no deja rastro. Se desliza más allá, veloz como un gato. Eso es Bowie
para ti: el Papa del Pop, modesto como Cristo. Como una obra de teatro
dentro de una obra de teatro, él es una marca registrada dos veces. Las horas
caen como agua en una ventana con aire acondicionado. Lo transpiramos
enseñándonos a esperar. En silencio, con pereza, el colapso ocurre.
Pero no para Bowie. Él ladea su cabeza, sonríe con esa malvada sonrisa.
El tiempo nunca se detiene, ¿pero termina? ¿Y cuántas vidas
antes del despegue, antes de que nos busquemos a nosotros mismos
más allá de nosotros mismos, todo glamoroso-resplandeciente, todo brillante y dorado?
El futuro no es lo que solía ser. Incluso Bowie tiene sed
de algo bueno y frío. Los jets parpadean en el cielo
como almas migratorias.

3.

Bowie está entre nosotros. Justo aquí
en Nueva York. En una gorra de beisbol
y en unos costosos jeans. Sumergiéndose en
una tienda delicatessen. Exhibiendo todos esos dientes
al portero en su camino de regreso.
O está tomando un taxi en Lafayette
mientras el cielo se nubla en el crepúsculo.
Él no tiene ninguna prisa. No siente
de la forma en que piensas que siente.
No presume ni alardea. Hace bromas.
He vivido aquí todos estos años
y nunca lo he visto. Es como no distinguir
un cometa de una estrella fugaz.
Pero apuesto que arde brillante,
arrastrando una cola de ardiente materia blanca,
igual que cuando uno de nosotros deja un rastro de papel higiénico
cuando regresa del sanitario. Él obtiene
el mundo entero bajo su pie,
y somos pequeños a su lado,
aunque haya ocasiones
en las que un hombre de su tamaño puede cruzar su mirada
contigo justo por un breve momento  
y mandar un pensamiento como BRILLA
BRILLA BRILLA BRILLA BRILLA
Directo a tu mente. Bowie,
quiero creerte. Quiero sentir
tu voluntad como el viento antes de la lluvia.
Del tipo en que cualquiera simplemente obedece,
arrasado por ese baile hipnótico
como si algo con el poder para hacerlo
hubiera mirado en su dirección y dicho:

                                                                          Sigue adelante.


Traducción: David Ruano


¿No te lo preguntás algunas veces?

1.

Después de que oscurece, las estrellas brillan como el hielo,
y la inmensidad que abarcan oculta algo elemental. No es Dios,
exactamente. Es un ser de caderas estrechas, que relumbra, tipo Bowie:
una especie de Starman o astro cósmico que flota y se sacude
en sus ansias de hacernos ver. ¿Y nosotros qué haríamos, vos y yo,
si pudiéramos saber a ciencia cierta que hay alguien que, entornando
los ojos en el polvo, dice que nada se perdió, que todo sigue vivo
a la espera de que vuelvan a desearlo con suficiente ímpetu? ¿Te irías,
aunque sea por unas pocas noches, a esa otra vida en donde vos
y ese primer amor de la que fuiste, sin saber el futuro eran felices?
¿Me pondría el abrigo y volvería a la cocina donde mamá y papá
me esperan a la mesa, la comida caliente encima de la hornalla?
Bowie no va a morirse nunca. Nada lo va a venir a arrebatar en sueños,
ni a invadirle las venas. Y no va envejecer jamás. Igual que la mujer
que perdiste, que siempre va a tener el pelo oscuro
y la cara sonrojada, que todavía corre en dirección a una pantalla electrónica
que cuenta los minutos, los kilómetros que quedan. Al igual que la vida
en la que sigo siendo esa nena que mira por la ventana el cielo de noche
y se imagina que un día va a tocar el mundo con las manos,
por más que queme.

2.

No deja ningún rastro. Se escabulle, rápido como un gato. Ahí tienen
a Bowie: el Papa del pop, remilgado como Jesucristo. Como una obra
dentro de una obra, doble marca registrada. Las horas caen, gotean,
como un aire acondicionado de ventana. Transpiramos, aprendemos
a esperar por nuestra cuenta. Con pereza, en silencio, sucede el derrumbe.
Pero no para Bowie, que inclina la cabeza y pone esa sonrisa pícara.
El tiempo no para, ¿pero termina? Y cuántas vidas
antes del despegue, antes de descubrirnos fuera
de nosotres mismes, todo glamour y brillantina y oro?
El futuro no es lo que era. Hasta Bowie tiene sed
de algo rico y fresco. Los aviones titilan por el cielo
como bandada de almas migratorias.

3.

Bowie está entre nosotres. Acá mismo,
en Nueva York. Con gorrita de béisbol
y jeans caros. Va a comprar a un deli.
Le muestra todos esos dientes
al portero cuando vuelve a su edificio.
O está parando un taxi en Lafayette,
mientras cae la tarde y el cielo se nubla.
No tiene apuro. No se siente
como pensás que habría de sentirse. No
se pavonea ni se manda la parte. Hace chistes.
Yo viví acá todos estos años
y nunca lo vi. Como no distinguir
un cometa de una estrella fugaz.
Pero seguro que brilla con fuerza,
y que arrastra una cola de partículas al blanco vivo,
como quien deja un rastro de papel higiénico
al salir de un baño público. Tiene
al mundo entero a sus pies,
y somos diminutes a su lado,
pero a veces cruzás la mirada un instante
con alguien de su estatura que te transmite
un pensamiento directo a tu cerebro: BRILLÁ
BRILLÁ BRILLÁ BRILLÁ BRILLÁ. Bowie, quiero
creerte. Quiero sentir tu voluntad como el viento antes
de la lluvia. La voluntad que todo el mundo obedece
sin más, dejándose arrastrar por ese baile hipnótico,
como si algo capaz de ese poder dijese con una mirada:
Dale, no se lo pierdan.

Traducción: Ezequiel Zaindenwerg



Don't You Wonder, Sometimes?

          1.
 
After dark, stars glisten like ice, and the distance they span
Hides something elemental. Not God, exactly. More like
Some thin-hipped glittering Bowie-being—a Starman
Or cosmic ace hovering, swaying, aching to make us see.
And what would we do, you and I, if we could know for sure
 
That someone was there squinting through the dust,
Saying nothing is lost, that everything lives on waiting only
To be wanted back badly enough? Would you go then,
Even for a few nights, into that other life where you
And that first she loved, blind to the future once, and happy?
 
Would I put on my coat and return to the kitchen where my
Mother and father sit waiting, dinner keeping warm on the stove?
Bowie will never die. Nothing will come for him in his sleep
Or charging through his veins. And he’ll never grow old,
Just like the woman you lost, who will always be dark-haired
 
And flush-faced, running toward an electronic screen
That clocks the minutes, the miles left to go. Just like the life
In which I’m forever a child looking out my window at the night sky
Thinking one day I’ll touch the world with bare hands
Even if it burns.
 
 
          2.
 
He leaves no tracks. Slips past, quick as a cat. That’s Bowie
For you: the Pope of Pop, coy as Christ. Like a play
Within a play, he’s trademarked twice. The hours
 
Plink past like water from a window A/C. We sweat it out,
Teach ourselves to wait. Silently, lazily, collapse happens.
But not for Bowie. He cocks his head, grins that wicked grin.
 
Time never stops, but does it end? And how many lives
Before take-off, before we find ourselves
Beyond ourselves, all glam-glow, all twinkle and gold?
 
The future isn’t what it used to be. Even Bowie thirsts
For something good and cold. Jets blink across the sky
Like migratory souls.
 
 
          3.
 
Bowie is among us. Right here
In New York City. In a baseball cap
And expensive jeans. Ducking into
A deli. Flashing all those teeth
At the doorman on his way back up.
Or he’s hailing a taxi on Lafayette
As the sky clouds over at dusk.
He’s in no rush. Doesn’t feel
The way you’d think he feels.
Doesn’t strut or gloat. Tells jokes.
 
I’ve lived here all these years
And never seen him. Like not knowing
A comet from a shooting star.
But I’ll bet he burns bright,
Dragging a tail of white-hot matter
The way some of us track tissue
Back from the toilet stall. He’s got
The whole world under his foot,
And we are small alongside,
Though there are occasions
 
When a man his size can meet
Your eyes for just a blip of time
And send a thought like SHINE
SHINE SHINE SHINE SHINE
Straight to your mind. Bowie,
I want to believe you. Want to feel
Your will like the wind before rain.
The kind everything simply obeys,
Swept up in that hypnotic dance
As if something with the power to do so
Had looked its way and said:
                                                     Go ahead.







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