El poeta viejo verde me pidió si podía recostar la cabeza sobre mi hombro
mientras cruzábamos el patio en dirección al auditorio, y yo lo dejé.Se oían sus pulmones
inflarse y desinflarse con esfuerzo, el tintineo a oscuras de las petacas de vodka en la bolsa de plástico negra que tenía aferrada en la otra mano.“Gracias, nena”,
me dijo cuando nos apostamos bajo las luces fluorescentes.Ahora se murió.
Sentada en la azotea de mi casa, pienso en él
con los brazos cruzados.Tal vez la muerte sea sólo
un ascensor donde nadie se toca.Traducción: Ezequiel Zaidenwerg
https://www.zaidenwerg.com/elegia-involuntaria-robin-myers/
Involuntary elegy
The old misogynist poet asked if he could lean on my shoulder
as we filed across the courtyard to the lecture hall,
and I let him.
I could hear his lungs
pull at him, twin vodkas
clanking in the dark
plastic bag he clutched in his other hand.
Thank you, little girl,
he said, once we were pinned
inside under the fluorescent glare.
And now he’s dead.
I sit on my roof one night and acknowledge
him with my arms closed.
Maybe death is just
an elevator
where no one can touch
or be touched.
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