Y éste es el fin,
la cercanía de lo desconocido.
Aún las voces, las más queridas,
se apagarán poco a poco como un eco sin fuerza.
Todo se parecerá a un muñeco de paño comido por los días,
como si fuera una alegoría de nuestra propia destrucción.
Y hasta la luz se volverá de otra forma.
Sólo podremos apretar un alarido de cenizas
o un nunca poblándose cada vez más de silencio.
A lo mejor ni somos una noticia.
Apenas otro apagado incendio que muestra sus escombros al desnudo.
El fin de la aventura
o el comienzo.
El poema pertenece a El alucinado, 1963.
Fue tomado de la antología La nueva poesía argentina, Nélida Salvador, Editorial Columba, 1969.
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