acomodaron las horas y sus necesidades
indicaron con piedras el sitio donde honrar su poderío
y la vigencia de sus dioses
con piedra dónde sacrificar los animales
y las vírgenes que sus tropas no pudieron encontrar
sacrificios a un ejército de dioses propios y sanguinarios
que nada significaban para los vencidos salvo temor y sangre derramada
esos vencedores desarrollaron una nueva esclavitud muy parecida a las pasadas
con nuevas deshonras y escarmientos
dadores de la vida y de la muerte sin embargo
no podían ni pudieron con su gran perspicacia
atisbar en la sed y el hambre que repartían lo que vendría
no pudieron ver en esos cielos o escuchar de boca de los viejos propios y extraños
lo que el hambre puede y puede la sed de la venganza
no pudieron distinguir ni estratagemas ni fuegos en los ojos ni en las cabezas bajas
ni la posibilidad de revancha de esos hombres con sus piedras afiladas con piedras cada noche
cuando el silencio dormía a los carceleros y a los guardianes de este orden
hombres con las manos rotas o encallecidas que durante el día esperaban el mañana
que con sus lomos ensanchados de ira esperaban un mañana de otras sangres derramadas
y fue
fue la rebelión del oprimido
la dulce pero sangrienta venganza del vencido
su roja y dulcísima venganza contra esos dioses
y los hombres que los habían inventado a su propia imagen
y semejanza
sangre derramada
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