no es lo suyo /
no lo entiende
ni lo representa
de ninguna
manera /
piensa:
no le gusta
el haiku
no le gusta
ni lo estricto
ni la perfección
perder libertad
por poco a cambio
no le gusta el haiku
o no lo entiende / es más
que una cuestión cultural
no le deja nada
ni perplejidad
aunque a veces la concisión
el hermetismo sean
herramientas
poéticas
para considerar
necesita más versos
para su necesidad
o menos tal vez
no encuentra
las palabras adecuadas
por la misma cuestión
tal vez se decida por
un harakiri en el poema
y exponga sus tripas
en un papel con malos versos
con versos graves y secos
o haga ver sus huesos
en trazos negros
cargados de las mismas
palabras de siempre
+ su quietud:
su cobardía
sin derramar sangre
ni dejar mucho en claro
sin manipular la espada el sable
o un cuchillo oxidado
de cocina entre las tripas
tal vez
en palabras sea la cosa
sin la gracia
que no comprende
de un haiku
sin magia
alguna
quizás vomite su vacío
la noche larga que lo come
desde adentro
un haiku no le serviría
(ni en una pantalla
ni en un papel)
ni una botella de
vino de arroz
ni un malbec
ni un tequila
ni el veneno
de otros dioses
ni otros tiempos
inventaron dioses con la boca o con la pluma
con el dedo apuntando al horizonte y otros gestos
inventaron dioses eligieron lugares y piedras
y derramaron la sangre en ofrendas infructuosas
los de abajo miraron las estrellas esperaron las lluvias
y la procreación efectiva de las manadas
esperaron la bonanza prometida por los creadores
de estos dioses generosos y a un tiempo vengativos
de esos dioses y otros cientos
que parieron otros dioses en el transcurso de los siglos
a veces más humanos a veces mucho menos
o más lejanos o extremos todavía
en cada lugar donde hubiera
hombres mirando al cielo
al sol a las estrellas a la luna
y a cada noche siguió un día
y a los mismos hechos las mismas circunstancias
(ya se ofrendara se rezase o se puteara hacia los cielos)
aunque nadie intentara conclusiones
mucho menos en contra de las terrenales razones
de los que detentaban a su favor su clase y sus poderes
con un telón de fondo de cuentos celestiales
bajo los mismos cielos noche y día
las mismas cosas se sucederían con variados intervalos
para hacer de los de abajo siempre los de abajo
ni más ni menos como era desde siempre
A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha rubia ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas.
Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro, y sigue aplicando la cola a la madera terciada.
Tomado de Último round, Siglo XXI Editores, 1972.