La noche en que se suicidó mi primo
las mujeres de nuestra familia no tocaron el teléfono.
Lo único en lo que podía pensar era en las venas hinchadas
de sus manos, en la perilla que afeitaron los amortajadores,
en los imperceptibles puntos que le dieron bajo el cuello.
en los imperceptibles puntos que le dieron bajo el cuello.
Estaba amaneciendo cuando los aviones pasaron atravesando el horizonte.
La sirenas atronaban en Sepúlveda como ofreciéndole a mi primo
una despedida. Mi abuelo se sentó y dijo:
una despedida. Mi abuelo se sentó y dijo:
caminará sobre las nubes,
hacia los muertos… Hoy entiendo
las supersticiones de las mujeres, su miedo
las supersticiones de las mujeres, su miedo
a que los muertos devolvieran la llamada
y a mi primo, el único hijo
a quien correspondía el deber de llevar
a quien correspondía el deber de llevar
el apellido de mi abuelo.
The night my cousin killed himself
the women in our family would not touch the phone.
All I could think of were the collapsed veins
on his hands, the goatee the morticians shaved off,
the faint stitches they sewed under his neck.
the faint stitches they sewed under his neck.
It was dawn when planes streaked across the horizon.
Sirens blared down Sepulveda as if to bid my cousin
farewell. My grandfather sat and said—
farewell. My grandfather sat and said—
He would walk above the clouds
up to the dead… Today I understand
the women’s fears and superstitions
the women’s fears and superstitions
about the dead calling them back—
about my cousin, the only son
who was supposed to carry out
who was supposed to carry out
my grandfather’s name.
La versión es de Juan Fernández Rivero
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