Estás en mí,
bella oscuridad,
cuando la noche estira el látigo de su lengua
y los objetos pierden el peso de su nombre
y todo cambia de sitio en el corazón.
Es el capricho de Dios
o los sentidos torpes del hombre.
Es esta habitación en los huesos
que me mira desde el túnel último de su sangre,
somos tú y yo,
poesía,
misterio,
mar en el festín de la carne,
percha líquida donde los náufragos conversan
acerca de su muerte en las películas.
Estás en mí
ala de murciélago chiquito,
pluma de cuervo nupcial,
enfermedad grave en las alturas del amor,
mientras yo camino sin rumbo
sobre la tierra de este papel sin sexo,
sobre este desierto de mujeres difíciles
que escribieron poemas antes de nacer,
cuando solo eran sombras femeninas,
un pubis lejano
dentro del ámbar de una madre.
Estás en mí,
cántico lúgubre,
animal frenético en los círculos del fuego,
tierra escupiendo cadáveres,
colchón sucio donde acaba de parir
el maleficio de un relámpago.
Estás en mí,
puñal de Agamenón,
actriz trágica de telenovela,
fantasma dulce
que lame mis penas cuando la tormenta
se abre paso en el vientre de un vaso de leche.
Estás ahí,
muerte anunciada,
capítulo de flores marchitas
que navega por las aguas gramaticales de mi sangre
y luego huye hacia el fragor de las discotecas.
Dance / Dance
(me dice la luna)
Pero la luna es una mujer repleta de heridas en sus balcones,
una mujer que debe maquillar el miedo a cada instante
y darle la espalda a las lentejuelas
y a la luz de los barbitúricos.
Pero la luna es un gigante microscópico que nos mira cometer un crimen
mientras ella se afeita un hijo muerto,
mientras ella lucha contra los sonidos del mal,
contra la música demente de los supermercados,
contra la avaricia solitaria del presidente de los Estados Unidos,
contra el continente negro haciéndose blanco,
haciéndose tienda de los chinos,
haciéndose centro comercial
o club de alterne.
Estás en mí,
hermosa tiniebla,
prima muerta en el bosque de abril,
padre muerto en el whisky de las horas,
tía muerta en un zapatito de cristal eléctrico.
Y todo sigue su camino en la noche.
Todo vaga de la tiniebla
al ojo de una anciana que ve el mundo borroso
y no se orienta en el paisaje sentimental de su cuerpo,
una anciana que acaba de cumplir noventa años de vida inhumana
y por primera vez puede leer las facturas
y una carta de amor.
Tomado del blog de la escritora: https://angelicamorales.wordpress.com
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