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Ya no puedo ser empujado por los móviles de ellos, me parecen cómicas todas las convicciones, todas las clases de fe de esta gente lamentable y condenada a muerte; tampoco me interesan las cosas que, objetivamente, socialmente, deberían interesarme.
Quiero irme, pero no me animo a decirlo. Al fin de cada noche está el desencanto, nadie puede darme nada, a nadie le interesa lo que puedo dar.
...era un regalo, era malo y desagradable de mirar, era un símbolo, alternativamente, de que las buenas intenciones no siempre bastan y de que quien da lo que puede da todo.
Juan Carlos Onetti, Juntacadáveres, 1964.
Tomado de Juntacadáveres, Editorial Planeta Argentina, 1995.
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