viernes, 12 de febrero de 2016

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                                      para vicente (viajeroinmovil)
                                      que, treinta años después, me volvió a hacer pensar.

   mi territorio es muy pequeño, sin vuelo ni paisajes que me aparten del cemento y de sus grises.
   un lugar de grises que se confunde con los míos.
   no tengo el alma de viajero y esta ausencia de interés por los caminos, los que existen o los que hay que hacer, va más allá de mis viejas cobardías.
   mi desinterés por el paisaje, entre otras cosas, como la falta de conocimiento de las reglas del oficio, anula mis posibilidades de poner sobre el papel algunas situaciones.
   me interesa el tipo que mira el paisaje, el hombre que se siente afectado por lo que ve, el que en la cima se siente tan pequeño o tan grande que empieza a disputar, sobre sus ideas, con los dioses en los que ya no cree.
   ¿cómo describirlo, cómo decir lo que siente, si no puedo ponerle los colores correctos al paisaje que ve desde la altura?
   la inconciencia del viaje, el valor de hacer camino, pueden ser cosas de niños o de conquistadores.
el valor de animarse a ver la ruta antes de que sean los caminos, puede ser cosa de elegidos, lo que parece una idea un poco aristocrática, o puede ser la actitud de los inteligentes o los locos. tal vez una mezcla un poco extraña de juego, locura, temeridad e inteligencia que sólo algunos tienen.
   un poco de tiempo y lo vivido puede ser suficientes para escribir, si se tienen las ganas. tal vez, escribir sea una forma de emprender las nuevas rutas antes de que sean los caminos, aunque uno no tenga las armas ni el oficio.


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