Mi dedo se hunde
y produce
un temblor plateado
sobre el vidrio.
Alguna vez creí
en el poder inminente
del destino
-cuando nada era pasado
todavía
y yo era fuerte
bajo la tristeza leve
del corazón de mi madre-.
Fue una prueba
(ahora lo sé).
Quienes no pueden moverse
aprenden a ver más claro.
Tomado de Diario de Poesía, noviembre de 2009 a marzo de 2010.
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