Sobre ese puente
que pende de varias sílabas:
Im
Po
Ten
Cia.
Las tablas están roídas
y se resquebrajan con solo oír
el eco de mis cordones en el aire.
Cualquier nimio movimiento,
un crujido,
un bostezo,
un sollozo
y caeré al vacío.
Vacío en el que rebosa
lo que se agolpa en las costillas.
Pero hoy,
no tengo miedo.
Hoy prefiero arrojarme
y morir.
Sí.
Prefiero morir con la mandíbula dislocada
y una pizca de autoestima en cada pedazo derramado
que vivir muda
y sumisa.
Hoy voy a saltar.
Salto por mí.
Por ti.
Por los portazos.
Por el lo siento.
Por el miedo.
Por el canario muerto.
Y por las flores de arrepentimiento.
Hoy digo adiós
y un alegre hola
a esa persona que conociste
y que se va a estampar
contra el suelo.
Hoy ya no sangro,
cicatrizo.
Hoy me ciego por el brillo
y no por las lágrimas.
Hoy lo tengo todo
y nada al mismo tiempo.
Hoy me suelto.
Me caigo.
Y no me levanto.
Vuelo.
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