El italiano de la pala se sienta junto a las vías
a almorzar pan y mortadela.
Pasa un tren y los hombres y mujeres sentados a las mesas
decoradas con rosas rojas y narcisos amarillos
devoran bistecs con salsa,
fresas con crema, pastelitos y café.
El italiano de la pala termina el pan seco y la mortadela,
lo riega todo con un cucharón de agua que le da el aguatero
y vuelve a la segunda parte de su jornada de diez horas
manteniendo el suelo de las vías para que rosas y narcisos
apenas tiemblen en los jarrones de cristal tallado
y permanezcan derechos sobre las mesas de los vagones restaurante.
Traducción de Jonio González
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