Tengo treinta y seis años.
Sólo soy un estorbo para la evolución.
He parido tres hijos, pero hace varios meses
que desteté al pequeño.
Nunca fabriqué nada con las manos.
No tallo, no modelo.
Nunca hice una escudilla. O una mesa.
No domaron mis manos la madera ni el barro
ni ninguna otra cosa.
No sé curar enchufes ni comprendo los grifos.
Ni siquiera soy buena devolviendo un botón
a su lugar.
Fui un año presidenta de la comunidad
de propietarios
mas yo siento que no fue suficiente.
No soy capaz siquiera de matar a un cangrejo.
Incluso me conmueve ver colorear un pez fuera del agua.
No conozco de trucos ni pócimas capaces de sanar;
nunca he matado a nadie.
Nada entiendo de arados ni de recolecciones.
Desconozco el placer de ver crecer aquello
cuya semilla deposité en un surco.
Durante muchos años me he sentido orgullosa
de saber ejercer un oficio antiquísimo:
proporcionar placer
(y a la vez ser capaz de recibirlo).
Mas ahora he aprendido que tampoco en la cama
soy insustituible
aunque tengo muy alto el umbral del dolor
y grandes aptitudes para ser humillada.
De amor, mejor ni hablar:
no hay nada más inútil en la tierra
que lo que no podemos retener.
De modo que lo único que tengo
es mi tenacidad para unir noche y día
una palabra a otra.
Con ellas formo frases
que a su vez forman párrafos
que a su vez son historias,
pero es algo que muchos son capaces de hacer,
tal vez mejor que yo.
O con más éxito.
De modo que aquí estoy.
Tengo treinta y seis años.
No sirvo para nada.
Del libro Disección.
http://apologadelaluz-jorgeespina.blogspot.com.ar/2014/04/care-santos-diseccion-poemas.html
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