jueves, 8 de junio de 2023

Poema de cumpleaños (Robin Myers)


 











El dolor vive en la atmósfera
como la electricidad. ¿Quién podría culparlo

por llegar primero? Algunos días,
en el subte, casi no puedo resistir

la tentación de rozar con los labios el cuello de cualquiera
que tenga enfrente: la frágil nuca de él, su lunar

tenebroso, los pelitos traslúcidos de ella. Tantas cosas
pueden pasarle al cuerpo. Ciática,

submarino, migrañas, balas
de goma, melanoma, manos cortadas puestas

con su par equivocado en bolsas de plástico y tiradas
a la parte de la autopista que en inglés llamamos “hombro”:

sé que la ligereza de la lista
es peligrosa, que el dolor que se inflige y el orgánico

no son lo mismo. Pero ambos son dolores.
Soy más religiosa de lo que pensaba,

o algo así. Espero mi turno. Le paso
las yemas de los dedos por la espalda a A. como

si ya estuviera lastimado; quiero saber
si tengo el bálsamo

que sé que esta vida va a reclamar. Hay huesos
que duelen para siempre, ojos borrados con ácido

nítrico, ingles que se desgarran en el parto,
una mujer que conocí en una clase de dactilografía de sexto grado

que murió tras subsistir a puro café negro
por más de lo que dura el ciclo vital de la cigarra periódica.

Mi fisioterapeuta me venda la rodilla con unos electrodos
que parecen prolijos nenúfares en miniatura. Me tiemblan los músculos.

Después usa una aguja, y se me escapa un grito
que nunca solté frente a nadie

que nunca hubiera estado dentro de mí. Perdón, dice en voz baja,
y sigue firme, Perdoname, lo siento.

¿Qué les pasa a las células humanas
que son miradas con amor? ¿Y a las que

miran? Una tarde
con A., en un cuarto en la costa, estábamos

en la cama con toda
nuestra piel casi quieta, una contra la otra,

casi resplandecientes, un par de horas después de que el sol
se acordase de ardernos. Y nos miramos. Mirá,

hinchazón por la gota. Mirá, muñón de brazo. Mirá, cicatriz de cesárea,
congelamiento, herida de arma blanca, y vos también, delicado esternón aún

intacto, miren la sangre invisible, sientan
su limpio golpeteo. Hoy cumplo treinta.

Éste es el regalo que le hago a mi cuerpo.
Éste es el regalo que le hago a mi cuerpo.


Traducción Ezequiel Zaidenwerg


Birthday poem

Pain lives in the atmosphere
like electricity. Who can blame it

for being here fi rst? Some days,
on the metro, I can hardly bear

not touching my lips to the neck of whomever’s
in front of me: so-and-so’s frail nape,his grim

mole, her translucent hairs. So much
can happen to the body. Sciatica,

waterboarding, migraines, rubber
bullets, melanoma, severed hands mis-paired

in plastic bags and fl ung to the part
of the highway we call shoulder—

I know the list’s fl ippancy
is dangerous, that pain infl icted and organic are

unequal. But both are pain.
I’m more religious than I used to think,

or something. I expect my turn. Ibrush
A.’s back with my fi ngertips as if

he were already wounded; I want to know
if I possess the kind of salve

I know this life will call for. There are bones
that ache forever, eyes blotted out by nitric

acid, groins sundered in childbirth,
a woman I knew from sixth-grade typing class

who died after subsisting on black coffee for longer
than the lifespan of a periodic cicada.

My physical therapist tapes my kneecap with electrodes
neat as miniature lily pads. My muscles shudder.

Later, she uses a needle, and I cry out with a sound
I’ve never made in front of anyone

who has never been inside me. I’m sorry, she murmurs,
steady even then, Forgive me, I’m sorry.

What happens to the human cells
that are looked upon with love? And to the ones that do

the looking? There was an afternoon
with A. in a room on the coast; we

lay in bed with the whole
of our skins almost motionless against each other,

almost glowing, a couple hours before the sunburn remembered
to hurt us. And we looked at each other. Look,

gout-swell. Look, arm-stump. Look, cesarean scar,
frostbite, knife-wound, and you too, soft sternum still

intact, behold the blood invisible, feel
your own clean thrum. Today, I’m thirty.

This is the gift I am giving my body.
This is the gift I am giving my body.







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